VACUNACIÓN A LA MURCIANA: LA ARISTOCRACIA, EL CLERO Y EL MACERO

María Marín, portavoz de Unidas Podemos en la Asamblea Regional

Cada día sale un nuevo pufo sobre la campaña de vacunación contra el Covid-19 en la Región de Murcia y queda más clara la magnitud de esta inmensa chapuza. Ayer supimos que toda la cúpula de la Iglesia se había vacunado haciéndose pasar por capellanes. Pues ya estamos todos. Los altos cargos del Partido Popular y los obispos. El clero y la aristocracia, o más bien la oligarquía. Porque aristocracia implica un gobierno guiado por la virtud, como decía Aristóteles, y lo que tenemos en la Región no es más que un hatajo de sinvergüenzas que se mueven solo por su interés y sus privilegios.

Mientras tanto el tercer estado, el pueblo llano, sigue esperando su turno, cada vez más cabreado. Entre ellos los miles de sanitarios de primera línea que están haciendo frente al virus y a la mayor saturación hospitalaria de nuestra historia. Después de 25 años de gobiernos del PP estamos como hace 200 años: unos pocos privilegiados, bien colocados en ciertos estamentos, se reparten prebendas y beneficios a costa de las espaldas de la clase productiva. Y como hace 200 años, tenemos al frente a otro Fernando y a su camarilla, dispuesta a gritar ante cada queja aquel grito terrible: ¡Vivan las cadenas!

Es grave que los obispos se hayan vacunado saltándose todos los protocolos y varios mandamientos. Pero aún lo es más que la Consejería de Salud reconozca que no ha habido ningún filtro ni control en residencias y hospitales privados. ¡Menudo coladero! El escándalo salpica ya por tanto no solo al PP y su Consejería de Salud, sino también a Ciudadanos y a la Consejería de Política Social. Si el responsable de Salud, el consejero Villegas, ya ha dimitido, ahora todos los focos se dirigen a la responsable de las residencias, Isabel Franco. ¿Por qué no se hizo un estricto censo recogiendo quien debía vacunarse y quién no? ¿Quién ha permitido que aquí también se cuelen un puñado de caraduras?

En su comparecencia este miércoles en la Asamblea el rey del cortijo, nuestro Fernando, no dijo ni una palabra sobre el escándalo de las vacunas. En 40 minutos de intervención no encontró un minuto para pedir perdón y solo tiró balones fuera, sacando recortes de prensa de otros casos en otras comunidades. Cuando se lo estaba reprochando mandó a sus esbirros a armar jaleo. Nada a lo que no estemos acostumbrados. Lo inusual es que el presidente de la Asamblea, Alberto Castillo, se prestara a este abuso. Alguien debería decirle que su función es moderar el Pleno y no ejercer de macero, aquellos funcionarios del Antiguo Régimen que encabezaban las comitivas luciendo un tabardo y una maza en señal del poder incontestable y despótico. Justo detrás de los señores y la clerecía.

Artículo publicado originalmente en el diario La Verdad de Murcia el jueves 11 de febrero de 2021.