Refugiados: «Trump ríe, Merkel llora, y los que buscan asilo deambulan».

Alejandro García. Profesor de Historia en la Universidad de Murcia y miembro del CCM de Podemos Murcia.

D. Trump, sobrado de octanaje, lleva diciendo un año que de ser presidente echará fuera a los 10 millones de latinos que trabajan sin papeles en EEUU y que construirá un muro fronterizo de 3.500 km, más impenetrable que el que ya existe. Y que además el coste de su construcción lo pagará México (¡Ahí va eso!). En Europa, una Merkel compungida, encajaba en septiembre el puñetazo simbólico del niño sirio Aylan Kurdí ahogado en una playa del Egeo, prometiendo que Europa acogería a los que buscaban refugio.

¿La bestia y la doncella? ¿El Yin y el Yang? No saquen conclusiones rápidas, en realidad se trata solo de apariencias. Si no, vayamos por partes.

Los EEUU llevan dos décadas, literalmente, echando a patadas a medio millón de indocumentados al año. Abren la verja con México y los empujan. En el caso de los centroamericanos, los deportan en vuelos especiales. De modo que Trump no inventa nada, mas allá de las bravatas de campaña.

Hay experiencias de vida comunes entre quienes buscan auxilio emigrando. Una son los peligros del camino, el mar que se los traga en el caso europeo o el terror, en el caso americano, de cruzar un país, México, plagado de mafias criminales que los secuestran o asesinan (el estado fronterizo de Tamaulipas es un archipiélago de fosas comunes con los restos de miles de emigrantes). Otra es, por supuesto, su procedencia de zonas de conflicto, se trate de un guerra convencional, como es el caso de los que vienen de medio oriente y norte de África, o de una guerra anómica en la que la criminalidad organizada en Centroamérica y México genera un volumen de víctimas anuales muy superior al de todos los conflictos abiertos en el mundo islámico de hoy.

Si las oleadas de migrantes/refugiados se han disparado paralelamente al recrudecimiento de la violencia en sus países, habrá que preguntarse si tanto Europa como EEUU tienen alguna relación con la oxigenación de los conflictos en origen. La respuesta parece clara: la aventura imperial en Irak generó el primer éxodo de civiles, y la ceguera europea con su apuesta por la opción militar en Libia, Siria o Ucrania (en otro ámbito), ha multiplicado la riada, amenazando el limes de protección europeo.

¿Tenemos, pues, los ciudadanos europeos alguna responsabilidad, por acción y omisión, en la tragedia migratoria? La respuesta parece clara. Y eso vale igualmente para los ciudadanos norteamericanos. La jugosa guerra antidrogas de la que EEUU está sacando tajada, y de paso contribuyendo a una remilitarización, en sentido criminal, de la vida en los países de su frontera sur, disciplinando mediante el terror a sus habitantes ¿no estará igualmente relacionado con el éxodo hacia el norte?

Realmente es contradictorio este mundo, gobernado por el Imperio Atlántico, o mejor dicho por el Imperio del Caos (concepto de P. Escobar, editor de Asia Times).

Sin reconocer el origen del actual éxodo y sin abordar un debate político sobre el asunto, la “nomenklatura” de la Unión Europea (lejanas ya las lágrimas de Merkel) actúa en piloto automático, anteponiendo el negocio a cualquier otra consideración. Se le dan 6.000 millones de euros al Bazar Turco para que resuelva la papeleta reteniendo y alimentando a dos millones de refugiados. Y la ONU se hace cargo de los otros dos millones concentrados en Jordania y Líbano. En definitiva, la colonización de la política por las lógicas acumulativas de mercado: subcontratación y deslocalización. Y de los 160.000 refugiados que Merkel prometió repartir en Europa ¿cuántos han sido legalizados hasta hoy? 1.145. (Hay que anotar que los EEUU están haciendo lo propio en México, inyectando recursos y material de control para que sea este país quien pare el flujo de centroamericanos. En 2015, México deportó por su frontera sur a medio millón de guatemaltecos, hondureños y salvadoreños que buscaban el norte. Buen servicio prestado al vecino del norte).

Si en los EEUU la avalancha migratoria ha desustanciado el eje referencial sobre el que se construyó ese país como tierra de promisión y acogida, en Europa la oleada de migrantes/refugiados ha desnudado, hasta desconfigurarlo, el proyecto fundacional europeo. Un proyecto que si en su origen soñó construirse sobre el imperativo categórico kantiano de civilidad, justicia, equidad y bien común, ha derivado hoy hacia la obsesión por el ajuste en las cuentas, en su sentido más estrecho y oligárquico. Dejando abandonado el territorio de lo común y proporcionando espacios a una nueva renacionalización en los países miembros, cuya seña de identidad es abiertamente la xenofobia y el instinto primario del sálvese quien pueda.

En este naufragio del proyecto europeo, instalado hace años en el estado de excepción permanente (Schmitt), las actuales elites de Bruselas y Estrasburgo se han dedicado a la administración del desorden (Agamben), sin respuestas estratégicas, actuando como sonámbulos. En definitiva como patrulla perdida en la neblina.

A mi juicio, los indicios que señalan atisbos de que aún se puede salvar algo del proyecto europeo, no vienen de la burocracia política de la UE, sino más bien de un repertorio de iniciativas populares, ligadas más a lo micro que a lo macro. Ante la deserción de los líderes constituidos habrá que construir propuestas concretas, como aquellas que vienen de las ciudades, Red Europea de Ciudades Refugio. La Academia deberá trasladar a la gente el discurso analítico, hoy encerrado en sus claustros, para que todos dispongan de miradas más equilibradas. Las gentes del derecho tendrían ya que haber acosado a las instituciones pasivas con propuestas jurídicas que se sobrepongan al estado de excepción.

La UE no aguanta otra vuelta de tuerca, por eso creo que todavía no es el momento de tirar la toalla y transitar hacia otros rumbos. Tendremos que albergar cierta esperanza en que nuevos actores políticos, hoy en el inicio, pero mañana, quizá, en multitud, resitúen las agendas políticas en otra dirección.

Artículo publicado originalmente el 29/04/2016 en La Opinión

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